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martes, 26 de abril de 2011

Mucha gente, poco fútbol.

A pesar de ser una de las grandes potencias deportivas a nivel mundial, China jamás pudo consolidarse en el fútbol. El país más poblado del mundo apenas participó del Mundial de 2002. Para Sudáfrica, perdió el pasaporte dos años antes de que empezara el torneo. 



El fútbol, muchas veces, resulta un atentado a la lógica, a las tradiciones y a las cuestiones geográficas. Parece insólito, pero lo cuenta la realidad. En las Eliminatorias para Sudáfrica 2010, el país más poblado del mundo (con 1.313.000.000 habitantes), la República Popular China, se quedó sin posibilidades de clasificarse en junio de 2008. Tras eliminar a Myanmar (con un global de 11-0), se cayó en la primera fase de grupos sin ganar ni un partido ante sus tres rivales: Australia, Irak y Qatar.

Pero no sólo eso. La historia también lo señala al seleccionado chino como un equipo de escaso recorrido internacional. Participó sólo una vez en una Copa del Mundo. En Japón-Corea 2002 finalizó penúltimo entre 32 equipos y se retiró sin marcar ni un gol. Conducido por el serbio Bora Milutinovic (ex entrenador de San Lorenzo a fines de los 80), cayó sucesivamente ante Costa Rica (0-2), Brasil (0-4) y Turquía (0-3).

Y no se trata de una cuestión de pasiones ausentes. En 2007, en su blog "Mi mundo chino", una española de viaje por Jinan contó: "Pensaba que la manera de vivir el fútbol aquí sería más distante de la manera tan pasional que se siente en España. Me equivoqué. Si en España hay aficionados que se agrupan en peñas y tienen ya un lugar fijo para situarse en los partidos, aquí, también; si en España se cantan tropecientos mil cánticos con unas letras no muy elaboradas, aquí también; que en España cuando una jugada o una situación que ocurre en el terreno de juego no nos convence, insultamos... pues aquí también". Se recuerda: la Liga de España es considerada junto a la Premier League inglesa como la mejor del mundo.

Tampoco es falta de planificación. China es una potencia deportiva extraordinaria. Lo demostró en los últimos Juegos Olímpicos: como local, en 2008 finalizó primero en el medallero con 51 oros y 100 medallas en total, delante de Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña y Alemania. Claro, pero en esa misma competición, en fútbol, los chinos se quedaron afuera en la primera fase, con apenas un empate frente a Nueva Zelanda y dos derrotas (contra Belgica y Brasil).

Tal vez sea la falta de roce internacional de sus futbolistas. Del actual plantel que dirige Gao Hongbo, sólo uno participa en una liga de elite: se trata de Hao Junmin, quien este año fue contratado por el Schalke 04, de la Bundesliga. Los demás participan en la Super Liga China, un campeonato que en 2009 tuvo como máximo goleador a Hernán Barcos (ex atacante de Huracán). Pero no es excusa: China, por cuestiones de mercado, consigue rivales de élite con frecuencia. Y eso le permite adquirir una experiencia que a la mayoría de sus pares de la AFC (la Confederación Asiática) le resulta mucho más difícil.

A nivel continental, a pesar de ser un frecuente protagonista de las instancias decisivas, tampoco consiguió grandes éxitos. Nunca ganó el máximo torneo, la Copa de Asia. Fue subcampeón en 1984 y en 2004; y tercero en 1976 y 1992. Tampoco pudo consagrarse en los Juegos de Asia. Obtuvo la medalla de plata en 1994; y la de bronce en 1978 y 1988. Apenas ganó dos títulos regionales: la Copa del Este de Asia, en 2005 y en 2010.

En la actualidad, The Great Wall (el apodo del seleccionado) ocupa el puesto 85 en el ranking de la FIFA, muy lejos de su mejor posicionamiento (37, en diciembre de 1998). Es otro indicio de esta particularidad: con tantos jugadores para elegir, con tanta relevancia que su estado le da al deporte, China sigue perteneciendo a la periferia en el universo de la número cinco. Otro ejemplo de las tantas veces que el fútbol tiene esa magia de ser inexplicable. Y no se trata de un cuento chino.


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